El jueves pasado, mi profesor de Métrica y Retórica (dejémoslo en Métrica) y también crítico de poesía aventuró que entre sus alumnos, pocos, tenía que haber alguno que escribiera poemas, los cuales no tuviera muchas ganas de enseñar a su profesor. Acertó de pleno en ambos casos, se nota que ya ha tenido algunos ejemplos precedentes. Pero yo, que no intervine, de hecho sí es posible que le enseñe algunas de mis creaciones, más adelante. Eso sí, él ahora nos está mostrando las reglas de la métrica, y yo a mis poemas no los visto con más corsés que los que me vienen en gana: a veces riman, a veces no, y jamás me tomo la molestia de contar las sílabas… Eso sería absurdo, contrario a lo que yo entiendo por poesía, una especie de torrente que se desborda desde las simas más internas de mi personalidad, y no un mero ejercicio de estilo para que lo aplaudan otros.
Hace dos años, motivado quizá por la resaca del puente que ahora no me puedo permitir, inicié la aventura de crear un segundo blog, dedicado a la poesía, lo cual no deja de ser curioso pues hasta entonces no me había tomado ese terreno muy en serio. Mi vertiente más estable como poeta, que aún no me acabo de creer del todo, no comenzó hasta que inicié asimismo la carrera en León, y puede que ese hecho no sea una mera coincidencia. ¿Significa eso que antes no hubiera tenido motivos de inspiración suficientes como para ponerme a ello? Todo lo contrario. En retrospectiva, me es imposible enumerar la cantidad de momentos de los que una buena sensibilidad poética pudiera haber sacado maravillas.
Recuerdo ahora, por ejemplo, el año en que inicié Filología en Madrid, viviendo en una habitación de residencia lúgubre que hubiera sido marco idóneo tanto para crear relatos de terror, a lo Lovecraft, como para la lírica. Fue una época de gestación de grandes cambios, de afrontar grandes miedos, todo un caldo de cultivo para haber creado un poemario que, ya en la época de Ponferrada, hubiera venido a completar la tríada junto a dos de mis obras más queridas: en prosa, El diez por ciento, y, en guión, El ser reprimido. ¿Y desde entonces? Quién sabe, solo pienso ahora en los paisajes de San Francisco, por ejemplo, pero concluyo que las diferentes vías con las que nuestra inspiración se expresa no tienen por qué abrirse todas a un tiempo. Yo he sido lector de poesía, aunque irregular, y amigo de poetas, pero como poeta aún me cuesta abrirme al mundo por una razón bastante obvia: en los poemas pongo aspectos de mi ser que no me atrevería a poner de otra manera. Ahora bien, suelo esconderlos bastante, de modo que a veces ni yo mismo los entiendo.
El libro de los amores improbables se benefició al principio de que yo tuviera un piso franco, una guarida en la que poder alcanzar el grado de abstracción necesario para plasmar mi subconsciente. Luego de perder ese locus amoenus creí que dicho blog iría a languidecer poco a poco… Pero eso no ha sido así. Es cierto que ha habido meses de parón, pero el impulso poético es más regular ya en mí, y tanto las obras que descubrimos en clase como las que leo yo por mi cuenta me ayudan a sostenerlo. Y, aunque los escribo para mí, mi presunción de artista me ha forzado a mostrar algunos de esos poemas (por otra parte expuestos al público en el blog) tanto a amigos como a otras personas que les podrían dar una mayor difusión que la actual.
Lo que pueda suceder a partir de ahora no está claro. El estudio y los trabajos aparejados a esta carrera me impulsan a que siga recorriendo esta vía frente a la prosa o al guión, al menos durante el curso. Me gustaría, desde luego, que alguien más curtido en estos temas me diera una opinión lo bastante imparcial como para que me haga a la idea de si esto vale o no. Pero, ¿valor? Ese es un concepto muy subjetivo para la materia en la que nos movemos. Lo que se a ciencia cierta es para qué me vale a mí la poesía, a qué impulsos obedece y que me alegro de haberla descubierto tarde, pero no tanto. Desde este blog procuraré seguir colgando composiciones propias, de otros autores consagrados o no, y me encantaría también hacerlo con obras de amigos míos, pero quizá no conozca los suficientes en ese sentido, o los que conozco no quieren o no pueden contribuir a hacer de esto un espacio más colectivo. Sea como fuere, este libro os espera con las páginas abiertas.
En las últimas semanas he colgado algunos poemas bajo el influjo de las letrillas satíricas de Luis de Góngora, así que creo que bueno será volver los ojos al original con esta composición que a día de hoy, a mi juicio, sigue teniendo un valor universal.
CUANDO PITOS, FLAUTAS.. (1581)
Da bienes, Fortuna, que no están escritos; cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos.
¡Cuán diversas sendas se suelen seguir en el repartir honras y haciendas! A unos da encomiendas, a otros sambenitos. Cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos.
A veces despoja de choza y apero al mayor cabrero, y a quien se le antoja; la cabra más coja parió dos cabritos. Cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos.
Porque en una aldea un pobre mancebo hurtó solo un huevo, al sol bambolea, y otro se pasea con cien mil delitos. Cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos.
Alcanzar la norteña cúspide por el espacio de unos segundos y luego caer apenas habiendo saboreado lo que creía un triunfo. ¡En qué poco tiempo vi reflejada la historia de mi vida!
Hoy fui un ángel, prendado de otro ángel. Apenas dejados los vapores del sueño, fugaz en tu estela dorada, me haces rehén de dualidades que me vuelven barroco, contradictorio.
Ora se es feliz con tan poco, ora nos inclinamos a la voraz comezón. Construimos quimeras, talismanes que nos alumbran, y que quizá mañana estén apagados.
Métrica estudio, pero ¿tiene medida mi sentimiento? Guardad las reglas, guardad la lógica. Solo quede el furor que nos posee al creernos presos del Destino. Al rasgar el calendario y buscar una señal, buscar un ideal, al que temer y desear. Y la paranoia y los delirios de grandeza que quieren hacernos escribir en moldes de bronce.
Mes que quizá nunca debiste verme nacer. Me alumbraste ya, alúmbrame otra vez.
He caído en todas las casillas de los pecados capitales. Pero hoy me tocas tú, adiposa dama, para sacarte a bailar. ¡Cuán gusto hibernar en verano! Más duro será el despertar, en tiempos de vendimia, y ver el yermo tarde ya. Quizá brinde por mi día pero lo haré con cosecha ajena.
Dos espíritus me atormentan. Uno me roe los huesos despojados ya de carne. El otro es una secreción estéril que en nada puede beneficiarme. Acusado y defensor en la misma figura, dilucido la carga de la culpa. El fardo, pesado e invisible, me asustó en su mera visión. Liliputienses hilos me atenazan al suelo, intangibles como mi misión, me impiden echarla al hombro.
Balanza que me viste nacer, ocupa tú el papel que yo no quiero; sacarás los guijarros de tus platillos para irlos cargando en mis fatigadas piernas. Pero, ¿cuánto pesa la estela de un fantasma? Me presenté como un espectro, sobrevolando la causa que no podía tocar. Centré mi aura en apoyaros, entes corpóreos, en esto que yo mismo me torné material; pero el dorado sepulcro aún me reclama.
(Cambio de escenario)
Humillado una vez más, aunque sea por justo motivo, aquí estoy y sin ti brindo; lo hago con el responsable parcial de mi pena. Tú hubieras sido, eso sí, perfecta. Me queda el recuerdo de la eclosión, y la sonrisa futura, vestida de verde, a cortejar desde hoy.
En esta magna plaza, en que tantos errores he parido, quédense los de hoy. Y tú, y el lazo en que inconsciente nos uniste, no se rompa aún. Vínculo visible, tan visible como quise ser en un día como hoy.
Sodoma del monte, ¿cuándo purgarás tus pecados? Duro fue subir a la gruta, alegórica sentina del vicio, del fuego que nos consume y amenaza con consumirnos en la impía ladera. Oh, lujuria, única fuente de calor aquella gélida noche de diciembre. Oh, último círculo, siempre vicioso. Por dos veces me negué, impúdico templo, a regresar a tus muros. A lo lejos observé tus bacanales, reteniendo el magma que quiso hacerme explotar. ¿Volveré a ti, pérfida? Me das la libertad y me tiendes una celada. Me ofreces tu amparo y comercias conmigo. Loteros somos, y en bolas nos convertimos. Y tu aparente disciplina, en medio del libertinaje. Cruel, tiras a muchos en tu carrera. Nave de la iglesia consagrada al falo, al infértil órgano generador.
Sodoma dos. Sodoma de la roca, en tus establos aún se huele la sal. Irónica ascensión aquella, que no purifica, la miasma cargada al hombro, como símbolo punitivo de lo que las tinieblas ocultaron.
Cuando la luz del sol, con dedo acusador, nos reunió fuera de la muralla, me alejé de vosotros. Me sentía ajeno, sentía un rubor aguijoneante, de ajena y propia vergüenza. ¡Hipocresía! Y me acerqué a ti, que ahora estás lejos. Quise quererte, espíritus en direcciones contrarias que nunca saben si convergen.
No quiero escribir poesía, quiero vomitar poesía. Querría ser el vate que augurara tu caída, pero tal vez prefiera precipitarme con ella.
Bueno, mi ausencia ha sido larga pero no tanto. Ahora bien, este verano no tengo la excusa del postoperatorio ni nada que se precie. No hay excusas, tan solo la realidad y esta es que ha fallado la inspiración, aunque no será porque no tuviera temas dignos de convertir en poesía. Ni siquiera me salió, aunque sí algunos escritos de vocación poética, en las dos semanas en que he vivido solitario en Madrid. Pero jamás he tenido la intención de abandonar este blog, porque si la poesía es ahora un impulso secundario para mí puede que lleguen momentos en los que la convierta en primario.
Este verano se presentó el último número de la revista Azul Eléctrico, una publicación leonesa, cultural e independiente, de la que soy lector frecuente. Allí colaboran algunos amigos míos como Jorge Pascual, uno de cuyos poemas he colgado aquí (Jorge no sabía al principio que era yo quien llevaba esto, pero la confusión está felizmente subsanada) Voy a mandar una selección de mis poemas a dicha revista, por si les interesa que forme parte de su interesante proyecto. En este mundo tan subjetivo, otra cosa será si les gusta o les parece apropiado; en caso de que no tampoco voy a desanimarme, no lo hago por ínfulas de popularidad. Estoy dispuesto a aceptar todas las críticas porque en este sector ando muy perdido y necesito quién me guíe, como Virgilio a Dante.
Hoy he escrito algunos versos, pero me daré unos días para colgarlos. Cuando regrese por aquí quizá ya tenga la respuesta de la revista y os la pueda comunicar, con todo espero no tener que abrir más paréntesis prolongados, o al menos llenarlos con las composiciones de otras mentes más inspiradas que la mía.
Esta semana cuelgo un soneto de Shakespeare que hemos analizado en clase, lo cierto es que debiera haber colgado también la versión original, peor hoy no estoy para muchos esfuerzos...
SONETO CXXX
Los ojos de mi dueña nada son junto al sol; el coral es más rojo que el rojo de sus labios; blanca es la nieve, ¿y qué? Sus pechos son morenos; ¿hebras son los cabellos? Hebras negras los suyos. He visto de Damasco rosas, rojas y blancas, pero no veo tales rosas en sus mejillas; y son más delicados numerosos perfumes que el aliento que va brotando de mi dueña. Me gusta oírla hablar, aunque de sobra se que más gustoso es el sonar de la música; confieso que no he visto nunca andar a una diosa; mi amada, al caminar, va pisando la tierra; y sin embargo pienso que es mi amor más precioso que el de cuantas ponderan falsas comparaciones.
Ya podéis ver cuán retorcida es la inspiración... Basta quejarse de que no aparece para que vuelva como un torrente, aunque sea para arrojaros esto que no se si es poema o cómo llamarlo, en todo caso es lo mejor que puedo ofrecer ahora así que hasta la próxima, que espero que sea pronto.
LA ÚLTIMA CENA.
Genarín, Genarín, el entierro del higadín. Ridículo sileno delirante, no será a ti a quien cante. Osos polares borrachos joden zorras y lavabos. ¡Oh, musa, entra en el armario, quédate a vivir!
(…)
Guadianesca inspiración, no me abandones, en esta sacra noche. Me he comido dos hojas como dos hostias, dos cuerpos de Cristo y vino, cayendo como el rocío sobre las piedras, procesión cateta, procesión pagana, vivid y bebed, iniciados de la Locura, y salid de vuestro arcón cerrado con siete llaves, siete veces siete, siete muertes siete, judíos, moros, gnomos, salidos, ninfas y sátiros. Espero en mi habitación. Espero a Follot. Espero el Encuentro en alma y cuerpo, rodando por el suelo.
¡Ja, ja! Me desdigo del fucking desastre. Mis versos, hirviendo, traidores como Judas, aparecen ahora, antes de que se marche la memoria, la me, me, memoria, me moría. ¡Me muero, oh cielos, guarda para el futuro este momento! ¡Ya huelo el incienso! Carraquea carraca, incesante martilleo, rac, rac, rac, rac.
Poema como esperma, sales de dentro, he de libertarte, liberarte como a veneno. ¿Quién llama? ¿Quién perturba mi calma? Dejadme, esta última cena a solas y con ellas. Dejadme, que apure el cáliz antes de ir al calvario. Dejadme, aunque no lo entendáis, no es algo que yo pidiera. Dejadme, pues puede que ni yo mismo me entienda.
Dejadlo para esta noche, las cruces y el cruzamiento. Dejadme descansar de ese invento del infierno. Vengan luego los reproches… Diluidos en el hielo. Y las ansias, y la espera, ¿y tu resentimiento? Y la esperanza volátil. Volatilizo la esperanza sobre mí, esperando… ¿Qué? ¿Tu llegada? No siento la pasión. ¿Qué es eso?
Soledad que detesté… Breve será nuestra cita. Bella te encuentro hoy. ¿Te estoy aburriendo? Perdona este monólogo, al que estarás acostumbrada. Hablo para mí. Hablo… Porque nos echaron de casa y esas baladas de plata ¿volverán? Deja que abuse hoy de ti, solo un rato lo prometo. Sola te dejaré luego. Despiertas celos, celos. Mujer fatal, como el veneno. Un poco de ti me sana. Un mucho… Y ya no me volverás a ver cuerdo.
Cuando vuelva, querida, no me esperes despierta. Si mis dedos te acarician… Duerme tranquila y serena. Duerme, duerme ajena a esta noche de narcisos, esta noche de borrachos, de reencuentros , de involucionismo y, por qué no, de cristianos.
Que este sea el único vómito que de mí salga hoy. Genaro, Genaro, cuán retorcida es la vía de la inmortalidad.
Desde hace un par de meses no me sale ninguna poesía. No es que me falle el imaginario o la inspiración, eso me sobra, pero las condiciones a la hora de plasmar todo eso en papel son bastante deficientes, por razones ajenas tanto al blog como a mi persona. Pero no es mi intención abandonar este blog, desde luego, porque el futuro puede traer épocas más fecundas a este respecto, incluso aunque tarde años en lograrlo... Seguiré colgando, en ocasiones, poemas de autores consagrados, o de autores amigos que quizá tengan algunas lagunas en la memoria. No obstante, las musas no descansan para mí, así que os remito al otro blog, a la serie Pigmalión y a otros proyectos que confío vayan surgiendo cuando la carga de trabajo disminuya un poco.
Hum... En otros sitios yo la había encontrado como Oda a la vida relajada, o algo así. Lo cierto es que no se puede decir que mi vida sea solitaria, pese a que esta tarde me halle enclaustrado en mi estudio. Sin embargo, voy a reflejar el inicio de este poema de mi cuasi-tocayo Fray Luis de León para indicar que, tras varios periplos, este fin de semana ha sido de una relativa calma en esta ciudad.
CANCIÓN DE LA VIDA SOLITARIA. ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido; que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio Moro, en jaspes sustentado! (...)
Ayer fue San Valentín, que no es una fecha que me entusiasme aunque esta vez alguien se acordó de mí en ella, cosa que me alegra pese a todo. Como concesión cultural, y ya que este es el libro de los amores improbables, voy a poner el soneto primero de uno de los más grandes poetas amorosos de la Historia, Petrarca. Que os enamoréis bien.
Basado en la gran novela de Nathaniel Hawthorne, que os recomiendo pero, eso sí, advierto que no es fácil de leer.
En el nuevo Edén, el Infierno. En la selva, la salvación. En el vacío, el orgullo. En el escaño, exposición.
Rojo, oasis rojo. Salvoconducto escarlata que te aisla y te separa. Meteoro que das color al mundo, al oscuro mundo. Dulce prenda adosada a un pecho que, por impuro, yerto y níveo no es; señal de castigo futuro.
Pecadora, si yo pudiera acompañarte en la picota. Yo te corono. Tú me coronas Dulce pecado que unirnos pudo. La enseña rosa. ¿Dó estás ahora? Como siempre, sola.
El pasado y el presente se juntan en mi mano. Y ese sórdido perfil, ese cariz puritano, ensombrece los perfiles como antaño, como antaño...
Más vale llevar la marca, que mi pecho abrasado lo proclame, como letra escarlata anuncie el hado. Me perderé en el bosque, desandaré lo andado. Libres seremos allí, el río del olvido al lado. No pagaremos tributo ni al ilustre purpurado ni a los dóciles próceres por los que es adulado.
Presto, prepara el estrado aquí, en la catedral. Atended, conciudadanos : me presento ante vosotros como individuo honrado, de esquizofrenia amorosa y, tal vez, predestinado. Por las calles que paseáis vuestro ideario envarado, si hacia mí volvéis la faz, los rostros rotos y rancios, quizá no veáis la señal que alumbra mi costado. Ni luce como pensáis, ni está en terreno vedado. Y antes de que juzguéis, pensad si seréis juzgados.
Letra roja, libro olvidado. Que me hablas en pasado. Y yo me veo ahora, viejo papel, reflejado.
Ayer, por eso de celebrar mi primer y relativo triunfo en Segundo de Filología, estuve alternando con dos buenos amigos que a la vez son buenos poetas, como sea que uno haya publicado y el otro no. Del primero voy a pasaros un enlace que espero encontréis interesante:
Y, ya que él posee muchas más tablas poéticas que yo, voy a seleccionar aquí una de las composiciones de su primer poemario, Morir de viento, que tengo dedicado de su puño y letra. Con todos ustedes, Jorge Pascual:
Es curioso cómo caen las piedras
por su cara más detestada.
¡Cuántas astillas se me han clavado por existir!
¡Cuántas astillas tengo porque existo!
Cuántas astillas tengo en el pecho, astillas de mirar, de quedarme... sí/
Lleno de sangre.
Cuántas astillas escupo y cuántas se me clavan por dentro,
y no en el pecho sino en futuros tiempos.
¡Cuántas astillas me veías y me quitaste! Gracias.
Y te quité, ya no se cuántas.
¡Cuántas astillas en un piso vacío!
¡Cuántas astillas destrozan la noche y cuáles el día!
Cuántas astillas, de esas verdes y lujosas, de simpatía arbórea,/
de tiempos tan sublimes,
de llantos pequeños con caballos de tres patas,
primero manchaban el cielo, se insertaban,
luego roían universos, los agujereaban ya hace tiempo...
Una de mis seguidoras, y colaboradoras, más incondicionales ha vuelto a enviarme una muestra de su creación, ahora que yo ando más enredado en cuestiones generales sobre el lenguaje antes que en ponerlo en uso. Se lo agradezco de todo corazón, y sigo animando a quien quiera a que contribuya en este blog con poesías propias o ajenas.
"Una Verdad"
Si yo pudiera o pudiese, si yo leyera o leyese. Si el verdadero conocimiento estuviera a disposición de lo inmediato. ¿Cuantas almas revividas? Cuántos hechos en su punto justo. "La jurisprudencia". Para forzar la realidad en un mágico e insatisfecho mundo. De hecho mi utopía es solo teórica; pero si es cierta en aquellos que lo hacen sin darse cuenta. Tal vez estaba en lo cierto entonces, en estos minutos de riesgo. De eso se trata. Divina y lógica sensibilidad humana. La razón no superará a la inocencia del que verdaderamente sabe vivir.
Ayer vi Los Girasoles Ciegos, película que me confirmó las pocas esperanzas que tenía en ella. No es que sea mala, pero no merece tener quince candidaturas a los Goya, mucho menos que sea proclamada mejor película del año como supongo que será. Primero, porque lo que cuenta no es nada nuevo; ya lo habían contado filmes anteriores, y de mejor manera. Que me perdone el maestro de guionistas, Rafael Azcona, ya que este fue su trabajo póstumo, pero el desarrollo me parece simplón, y muy previsible; por ello, cuando llega el final poco emociona. Los intérpretes son buenos, excepto algún fallo de reparto, sin embargo dan ciertas muestras de apatía a veces. En resumen, considero que, si bien el trasfondo de la película es progresista (faltaría más), su puesta en escena emana un academicismo conservador que seguro le da alas en los Goya, no tanto en los Oscar.
No obstante, el filme tiene buenos momentos, como ese en el que Javier Cámara lee un poema de otra ilustre víctima de la Guerra Civil, Antonio Machado. Por ello, voy a colgar una famosa coplilla del mismo, que resume bastante bien el espíritu de esta película y tantas otras.
PD- A las razones que alegué para no ver la gala de los Goya, añado una decisiva: la gala es el 1 y tengo examen el 2. No es que sea de estudiar mucho, pero tampoco puedo andarme por las ramas...