El
poemario al que me refería hace un año ya ha sido terminado. Otra cosa
es que salga a la luz. De momento reposa en papel y en las tripas
electrónicas de cacharros grandes y pequeños. ¿Demasiado íntimo?
Supongo. Y demasiado desolador a veces. No en vano se llama El fin de la inocencia.
Hablo allí de momentos inolvidables y de momentos para olvidar que,
ironías de la vida, he dejado por escrito para así olvidarlos un poco
menos.
Hoy
ha tenido lugar la primera sesión de fotos de Hitch, del nuevo proyecto
de este personaje que estoy desarrollando (por ahora) en Instagram, la
feria de las vanidades que tan bien casa con la mi criatura. No solo es
un proyecto de fotos sobre un tío vestido con boina y fumando en pipa;
mi intención, ejem, es hacer algo que ya planteé aquí, algo artístico
usando algo más que palabras. ¿Cómo irá? Bueno, es pronto para saberlo.
Todavía faltan espacios, además, para ampliarlo. Lo positivo es que,
después de la creación de otro personaje que no es sino la actualización
de uno verídico, como es Poe, el de Hitch no ha sido abandonado y, a mi
juicio, todavía puede sacar todo su potencial. ¿Qué mejor que este blog
para ir narrando sus andanzas y posibles progresos? No dejaré de lado
la poesía, cierto, pero es que, si todo va según mis conceptos
iniciales, lo de Hitch también expresa poesía visual. O, al menos, mis
intentos por llevarla a cabo. Por ahora, seguiré intercalando alguna
entrega del Journal de Hitch, con las nuevas y, algunas, muy buenas
instantáneas que me han sacado. Salut!
martes, 29 de mayo de 2018
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