EL PUENTE.
El puente es un semicírculo
en el que los círculos linguales
se perdieron, anegados,
en los círculos lingüísticos.
El tren recorre los surcos de mi cerebro
justo, en este momento,
el del fantasmal, húmedo
reencuentro.
Ahora el masaje es inverso,
recorre la columna vertebral
hasta su nuclear centro.
Por mi propio bien me hundo en el cieno.
Os siento lejos, no tanto como quisiera.
Jugáis a estar en el colegio.
Y yo, desde mi cueva, abstinente observo.
Ya en la presumible nieve resplandece
el fulgor del áureo becerro.
Puente que lleva a ninguna parte,
a los atascos, los desatascos,
las lenguas vivas,
las lenguas muertas
y el salival dialecto del monte,
el metal
y su antiguo magnetismo.
Las nieblas de mi cabeza se disipan,
lo suficiente para recordar tu lecho.
Ese al que no quisiste volver…
No te extrañe ahora el no regreso.
La noche empieza para ti.
Yo me duermo.
Y no hay lágrimas, salvo
las que, metafóricas, vierto
en el libro de los amores improbables.
Puente,
¿qué arrastras debajo de ti?,
¿qué emerge en la superficie?
¿Algún ahogado?
¿Lo que en la noche se arroja?
La argamasa de todas las ilusiones,
eso te sostiene.
Mi senda te evita,
que tus aguas no muestren
el reflejo,
ese que tanto evito.
Que se disuelva en
el sueño.
Círculo,
plúmbeo te siento hoy.
¿A quién envolverás?
Diré que no me importa
y lo niego.
¡Lo niego!
4/12/09
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