
LAMBRUSCO.
Lame brusco;
lame, brusco;
lame hasta hacer hervir la sangre
achampañada.
Me soltaré el tapón de mis venas
para regarte,
en este dulce sentimiento,
no se si llamarlo amor.
De la tierra do sufrió Petrarca
vinieron ligeras y etéreas
estas burbujas,
esta rosácea libación que hacemos
a Líber,
este sordo arrullo de nido vacío.
Este rubor que tiñe mis mejillas,
rescoldo de un recuerdo,
de un día marcado al azar.
En este manantial,
de delicioso fluir,
apuramos la copa de nuestro primer
encuentro,
en ese terreno vedado,
en ese locus amoenus.
¿A quién debo vender mi alma,
qué llave es la que franquea ese
paraíso perdido?
Prima vera que avanzas con tu manto,
ayúdame a alcanzar esa
primera vez,
ese primer rito,
ese primer sorbo
compartido.
Vino rosado,
venga mi hado.
Vengan más noches de mortecina luz,
en que pases,
de cáliz a cáliz,
diluido en esta boca que te canta
y te ensalza,
agua con polvos,
con ceniza del incienso
que se derrama.
Me cortaré las venas
pero no de amor.
Acudirás a sellar
estos sabrosos afluentes
con tus labios,
en los cuatro puntos cardinales
del placer.
Para mí serás süave
y luego serás brusco.
Lame,
apura esta vez hasta…
¿cuándo?
19/3/10