jueves, 27 de octubre de 2016

Le journal de Hitch, III.


Regreso, regreso porque soy necesario. Pa chulo yo, ¿eh? Regreso porque mi álter ego se ve necesitado de una sombra asesina como la que reflejo en la imagen. Se nota que estamos en vísperas de Halloween, ¿eh? Nos visitan los fantasmas. Es lo malo de vivir en un piso compartido y no en el estudio artístico que mi categoría merece. Percibimos fantasmas sin rostro y sin cuerpo, de cavernosa voz, y percibimos igualmente sonidos humanos y muy carnales. ¡Ejem! Triste (pero alegre) espectro de fugaz visita, si al menos te hubieras materializado unos segundos para que así te hubiera podido juzgar mejor. Pero no. Es tiempo de calabazas y de cuchillos. Es tiempo de que las brujas monten su chiringuito lúbrico y pasen del papa y de los papudos que intentar meterlas en el redil. El aquelarre se prepara. ¿Me lo perderé? Bueno, quizá me busque otro, eso es todo. Habrá quien piense que mi indumentaria en sí es un disfraz. ¿No estaría bien? Disfraces de Hitch en las tiendas. Todavía no soy lo bastante conocido y no se si doy miedo pero, oye, con un hacha en la mano quedaría resultón, con un hacha en la mano hasta las viejas que me invaden en el jacuzzi pueden meter miedo, carallo! Por lo demás, mes amis, habas contadas. Esta mi cueva (mucho más ahora que se ha jodido la persiana) lo será por algunos meses más y luego... ¡La vida! Queda mucha expresión artística por ordeñar, guste o no. Es bueno cambiar de aires a veces, aunque se que mi otra parte añorará este refugio en el que, en ocasiones, el silencio es tan denso que puede tragarte como un agujero negro y, en otras, los fantasmas convocan su danza de aullidos y el dios Pan les rocía con su inserte-aquí-algo-poético-y-no-soez. Feliz noche de bruxas constrictor. Y las que nos quedarán por conocer.

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